domingo, 15 de mayo de 2011

Nota de Color.
Por Dolores Fernández.

Los barrios de Buenos Aires han ido perdiendo costumbres pintorescas. Los niños ya no juegan frente a sus casas. Muchos de ellos, dieron sus primeros pasos, ante la vista de de los vecinos. El barrio, era la segunda familia. Por la mañana, las amas de casa ya no salen a barrer la vereda. Estamos entre rejas.
Pero la vendedora de plantas, sigue inundando mis mañanas de sábado, con aromas y colores.
Con ella no tengo excusas, las crisis económicas, los pagos que no llegan. ¿Quien se resiste a rosales y jazmines o como mínimo, a un rayito de sol? Ella me convence con su voz chiquita, rompiendo silencios ancestrales, morena de baja estatura. Con la fortaleza de un gigante.
La conocí con un hijo cargado a la espalda. Sujeto a una manta de colores. Creció entre helechos y alegrías del hogar, los ojitos curiosos, el pelo renegrido.
Pasan los años y ella permanece fiel a su rutina. De enero a enero sin descanso.
No se su nombre, no sabe el mío. Cambiamos pocas palabras, muchas sonrisas.
Solo una vez le tembló la voz. Me contó de su hija, que se fue sin tiempo para crecer ente sus flores. Ese día me regaló un jazmín. Es firme como un arbusto,
de raíces aferradas a su tierra. Hermética, como su pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario