martes, 17 de mayo de 2011

La Noche.

Por Dolores Fernández.

Suelto mi cabellera renegrida, ajusto la pollera a mi breve cintura. La blusa de satén resbala sensual sobre mi cuerpo.
Ha llegado la hora. No importa si me adorno de estrellas o los rayos me atraviesan.
Es el tiempo de los misterios. De los amantes, de los que sueñan.
Los secretos recorrerán las calles, un nostálgico se quedará perdido en los recuerdos, algún borracho afirmará que le traigo tristezas.
Yo soy así. Una noche diferente según me lo demanden, Tanguera para unos, rockera para otros. Mi hombro está dispuesto para que lloren penas o los arropo para que tengan buenos sueños. Regalo pasiones tempestuosas, amores prohibidos, solitarias fantasías.
Pero no todo es glamour en mi camino. Por las calles del centro, tienden su cama de cartones los cirujas de siempre. El que perdió su casa, el que añora el abrazo de su madre.
Entre mis sombras se esconde la fiera agazapada, la que hiere. Roba. Mata.
La que oculta en las sombras, busca su víctima indefensa. Por eso algunas noches me emborracho con champaña o vino de cajita, según, como se presente la ocasión.
Recorriendo las calles, me cruzo con tristes mariposas nocturnas que en unas horas, calcinará el sol.
Cuando ya he caminado del bajo al alto, del fango a los fastuosos jardines de los ricos. Regreso. Después de ayudar a nacer y ayudar a morir. Secándole una lágrima al insomne. Acompaño al laburante que abandona la cama, dejando remotas quimeras prendidas en la almohada.
Sólo me queda tiempo para saludar a los últimos noctámbulos y soplarles las plumas a los pocos gallos que han quedado en Buenos Aires.
Apuro a Nosferatu que se distrae en un blanco y dócil cuello, dejo de lado a la luna y las estrellas o a una loca tormenta y espero a mi amor imposible que es el día.

domingo, 15 de mayo de 2011

Nota de Color.
Por Dolores Fernández.

Los barrios de Buenos Aires han ido perdiendo costumbres pintorescas. Los niños ya no juegan frente a sus casas. Muchos de ellos, dieron sus primeros pasos, ante la vista de de los vecinos. El barrio, era la segunda familia. Por la mañana, las amas de casa ya no salen a barrer la vereda. Estamos entre rejas.
Pero la vendedora de plantas, sigue inundando mis mañanas de sábado, con aromas y colores.
Con ella no tengo excusas, las crisis económicas, los pagos que no llegan. ¿Quien se resiste a rosales y jazmines o como mínimo, a un rayito de sol? Ella me convence con su voz chiquita, rompiendo silencios ancestrales, morena de baja estatura. Con la fortaleza de un gigante.
La conocí con un hijo cargado a la espalda. Sujeto a una manta de colores. Creció entre helechos y alegrías del hogar, los ojitos curiosos, el pelo renegrido.
Pasan los años y ella permanece fiel a su rutina. De enero a enero sin descanso.
No se su nombre, no sabe el mío. Cambiamos pocas palabras, muchas sonrisas.
Solo una vez le tembló la voz. Me contó de su hija, que se fue sin tiempo para crecer ente sus flores. Ese día me regaló un jazmín. Es firme como un arbusto,
de raíces aferradas a su tierra. Hermética, como su pueblo.

sábado, 14 de mayo de 2011

HOY

Hoy es un buen día
para airear el armario
despedir sin nostalgias
la ropa del pasado.
Esa chaqueta azul
que desnudó tu cuerpo el primer día,
el vestido de seda
que manchó la champaña.
Las pieles
que abrigaron tu cuello
las mismas que por falsas,
arrojaste en mi cara.
Voy airear el armario.